CAPÍTULO lI.—La obra misionera
Introducción.—Es
todavía inmensa la labor misional pendiente. Un
gran número de hombres desconoce el mensaje evangélico. Son muchos los que
permanecen separados de él. Algunos incluso niegan a Dios. Para anunciar el misterio
de la salvación la Iglesia debe insertarse en todos los grupos humanos.
Artículo I.° — El
testimonio cristiano
El testimonio
de la vida y el diálogo.—La Iglesia debe estar
presente a través de sus hijos, los cuales están obligados a manifestar el
Espíritu Santo, que les anima. Para poder dar testimonio eficaz de Cristo,
deben unirse a los demás hombres con la estima mutua y caridad, participar en
la vida cultural y cívica, descubriendo con gozo las semillas de la Palabra que
en las tradiciones de los pueblos se hallan. Cristo y los Apóstoles nos han
dado ejemplo de diálogo sincero y paciente.
Presencia de la
caridad.—A ejemplo de Cristo, vivan los cristianos animados por
la caridad. Trabajen juntos con los demás hermanos por el recto ordenamiento
económico del país y el mejoramiento del nivel de vida de los pueblos,
teniendo, sin embargo, a la vista no sólo el progreso material, sino también
la dignidad y la fraternidad de los hombres en la verdad de Cristo.
Artículo 2.°— La predicación del Evangelio y la reunión del Pueblo de Dios
Evangelización
y conversión.—Dondequiera que es posible, se debe
anunciar el Evangelio. La conversión inicial debe después desarrollarse a lo
largo del catecumenado. Así como la Iglesia defiende para sus fieles el derecho
a seguir su fe, así prohíbe severamente forzar a cualquiera a abrazarla, e
incluso pide que sean examinados y eventualmente purificados los motivos de la
conversión.
Catecumenado e
iniciación cristiana.—Orientación pastoral y normas prácticas
para el catecumenado.
Artículo 3.°—Formación de la comunidad cristiana
Presencia de Dios
en el mundo.—El misionero debe constituir una comunidad cristiana
digna, capaz de subvenir a las propias necesidades y de organizar las
asociaciones propias, dotadas de espíritu ecuménico, libre de todo confusionismo,
que viva según los usos y las tradiciones del país, evitando el racismo y el
nacionalismo.
Constitución del clero local.—La Iglesia
arraiga más profundamente en los diferentes
grupos humanos cuando de éstos
provienen los Obispos, los sacerdotes y los diáconos que se ponen al servicio de sus hermanos.
Orientación y normas para la formación del clero.
Formación de los catequistas.—Orientaciones
y normas sobre la formación y la actividad de los catequistas.
Promoción
de la vida religiosa.—Deberá ponerse sumo cuidado
para introducir la vida religiosa en las jóvenes Iglesias.
Los Institutos religiosos que trabajan en misiones deben procurar transmitir
sus valores tradicionales según la índole propia de cada nación. Deberán cultivarse las
diversas formas de vida religiosa, a fin de presentar
los diferentes aspectos de la misión de Cristo. Mención
particular
de las Ordenes contemplativas.