Papel
esencial de los Laicos en la vida de la Iglesia
Nunca antes en la historia de la Iglesia
los laicos habían tenido un papel tan destacado y absolutamente esencial como
lo tienen ahora.
Desde
el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha pedido una renovación en la vida y el
papel de los laicos. Sin embargo, entre los fieles, sigue habiendo una falta
fundamental de comprensión de la vocación laical y su papel en la misión de la
Iglesia. Para muchos, existe la creencia
de que la única verdadera vocación en
la Iglesia es la ordenación o los votos sacerdotes y religiosos. Creen que
"la Iglesia" es el ministerio ordenado y sólo las personas con
hábitos o clergyman están llamados a servir. Otros piensan que el papel de los
laicos es ayudar en las tareas parroquiales y que no están llamados a
desempeñar un papel integral en la misión de la Iglesia.
Pero,
de hecho, la enseñanza actual de la Iglesia es que los laicos tienen un papel
distinto y muy real en la difusión del Evangelio, que la Iglesia los necesita
desesperadamente para llevar a cabo con la autoridad, la creatividad y la
fuerza que el Espíritu Santo les ha dado en el sacramento del Bautismo. La
Iglesia enseña que los laicos son absolutamente iguales en dignidad a los
sacerdotes y religiosos. En la misión, el trabajo de los laicos es el medio
fundamental por el que el mundo es encuentra a Cristo.
A
muchos laicos católicos les gustaría participar más, pero no tienen un
comprensión clara de su papel en la Iglesia. No hay que olvidar que:
Ser laico es una «vocación» que
hunde sus raíces en el Bautismo,
El papel de los laicos es
esencial en el cumplimiento de la misión de la Iglesia,
Cada uno de nosotros ha sido
llamado por Dios a una vocación propia y una misión específica,
Los laicos están llamados a
participar en los asuntos del mundo y a dirigirlos de acuerdo a la voluntad de
Dios,
La única capacidad que los
laicos tienen es llevar el mensaje de salvación de Cristo a todos los aspectos
de la vida, y
Cómo discernir la propia
vocación.
«Existe hoy tanta necesidad de
personalidades cristianas maduras, conscientes de su identidad bautismal, de su
vocación y misión en la Iglesia y en el mundo!»
Juan Pablo II, Mensaje para el Congreso
Mundial de los movimientos eclesiales y Nuevas Comunidades, 30 de mayo 1998.