En días pasados, 6-13 de junio, el obispo emérito de Jaén, D. Ramón del Hoyo López, y el delegado episcopal de misiones de Jaén, Manuel Alfonso Pérez Galán, visitaron las provincias de Esmeraldas y de Manabí, donde permanecen dos misioneros giemnenses: Luis Fernando Criado Reca y Manuel Ruiz Carrero, respectivamente, y donde el terremoto del pasado 16 de abril tuvo mayor incidencia.
A continuación el relato de dicho viaje contado por ellos mismos en dos etapas:
1.- Rocafuerte (Esmeraldas)
Primera Etapa
El pasado lunes, día 6, D. Ramón del Hoyo López, obispo emérito de Jaén,
iniciaba una visita a las zonas afectadas por el terremoto de magnitud 7,8 en
la escala Richter, que tuvo el epicentro en Pedernales (Manabí) y que afecto al
sur del Vicariato Apostólico de Esmeraldas (Esmeraldas) y a la Archidiócesis de
Portoviejo (Manabí).
Desde el primer momento, sensible ante la tragedia que se estaba desarrollando,
se puso en contacto con el Delegado Episcopal de Misiones, Manuel Alfonso Pérez
para contactar con los sacerdotes: Luis Fernando Criado y Manuel Ruiz que
desarrollan sus tareas en ambas ciudades respectivamente.
Inmediatamente se abrieron cuentas en las distintas entidades bancarias
para facilitar y canalizar las aportaciones de todas las personas que quisieran
colaborar según sus posibilidades. Y se programó este viaje para, en la medida
de lo posible, ver en qué más se podría ayudar.
Tras la llegada a Quito el mismo día 6, fuimos recibidos por un amigo
quiteño, el Dr. Miguel López Torres, quien, como siempre, hizo gala de
hospitalidad y dedicación para con los misioneros de Jaén. Nos ayudó con el
equipaje y nos acompañó hasta la casa sacerdotal, donde pasamos la noche.
Al día siguiente celebramos la Eucaristía y, tras el desayuno compartido
con un sacerdote de Guayaquil, hicimos un pequeño recorrido por la Plaza
Grande, la iglesia de la Compañía, la de San Francisco y el Museo de Guayasamín.
Viaje al aeropuerto para volar a Esmeraldas donde nos esperaban Luis Fernando y
el joven Fredy Flores. Llegamos a Rocafuerte y celebramos la Eucaristía con un
grupo de catequistas con quienes compartimos también una buena cena y un rato
de diálogo tras la presentación de un Power Point preparado por LuisFer.
El miércoles volvimos a Esmeraldas para tener un encuentro con el Vicario
Apostólico de Esmeraldas, el comboniano navarro Mons. Eugenio Arellano. Un
encuentro muy ilustrativo pues Mons. Arellano nos relató su experiencia en
primera persona. Hablaba con pasión y dolor de Muisne, Chamanga y Mompinche,
las poblaciones esmeraldeñas más afectadas. Y cómo están trabajando para ayudar
a que los más pobres: las mujeres que, con más de tres hijos a su cargo, tienen
que sacar adelante a su familia solas. Nos habló de las “microempresas” y
“microcooperativas”: freidoras, hornos de pan…
Por la tarde, celebramos la
Eucaristía en el barrio 25 de enero de Rocafuerte en su linda capilla y cenamos
con las hermanas misioneras de Jesús Resucitado y con Marcos Cleber.
Disfrutamos de una agradable sobremesa, hablando de la humano y lo divino.
El jueves lo tomamos con tranquilidad. Hicimos un recorrido por el puerto
con la imagen evangélica de los
pescadores: unos reparando las redes, otros sacando los peces de las mismas.
Nos regalaron pescado fresco que mandamos preparar para el almuerzo.
Inmediatamente cargamos las maletas en el “carro” y fuimos al monasterio de
Santa María de la Esperanza, donde 28 monjas, dedican su vida a la oración y al
trabajo. Un lugar paradisíaco por su enclave, por su construcción y por las
encantadoras religiosas trapenses. Fue una fundación española en 1990. Algunos
sacerdotes de Manabí, conocidos nuestros, van a este monasterio para retirarse a
descansar y a hacer oración en distintos momentos del curso pastoral.
De ahí marchamos al aeropuerto para viajar a Manta.
2.- Portoviejo (Manabí)
Segunda etapa
Previo paso por Quito, donde nos encontramos con Walter Coronel Macías,
sacerdote manabita y coordinador de las ayudas a la Archidiócesis tras el
terremoto llegamos a la ciudad de San Pablo de Manta. En el aeropuerto manteño
nos esperaba Mons. Lorenzo Voltolini, arzobispo de Portoviejo que nos acompañó
a la Curia para cenar y ponernos al tanto de lo que íbamos a ver en los días
siguientes.
El día 10, viernes tras celebrar la Eucaristía y desayunar iniciamos la
jornada de visita a las parroquias, tanto eclesiásticas como civiles, más afectadas. Visitamos Rocafuerte, Bahía de
Caraquez, Canoa, Jama, Canuto, Ricaurte y Calceta. Cada una de ellas presentaba
un panorama desolador. No llegamos a Pedernales donde la destrucción del
terremoto fue casi total.
En Bahía, el templo parroquial de La Merced no ha sufrido daños graves. Sin
embargo, la casa parroquial ha de ser derribada porque los daños estructurales
son muy graves.
En Canoa, como su nombre indica, el templo es como una canoa invertida.
Quedó sin paredes y la casa de las religiosas ha tenido que ser derribada
porque estaba muy afectada.
Habría que destacar, sin lugar a dudas, Jama. Su párroco, el p. Leonel
Zapata, misionero colombiano, nos recibió con mucha atención y cariño, igual
que las hermanas que animan la pastoral en la parroquia. Él desconocía nuestra
visita, pero nos atendió desde la pobreza de su parroquia como si fuésemos el
mismo presidente de la República. Compartimos la comida y le dimos palabras de
ánimo y nos comprometimos a orar por su comunidad, por las religiosas y por él.
El templo parroquial tuvo que ser derruido, sólo ha quedado en pie, la pared
del presbiterio y un pequeño cuartito que hace las veces de sacristía. Señalar
que tanto el párroco como las religiosas duermen en tiendas de campaña.
En Canuto son las torres de las iglesias las que está muy afectadas. Los
ingenieros están viendo cuál ha de ser la intervención más adecuada.
En Rocafuerte, tanto las torres como el templo están bastante dañados. Se
están haciendo estudios intentando salvar el templo pero no son muy optimistas
los informes recibidos.
En Ricaurte, nos encontramos con el párroco, Teódulo López Mejía, que nos llevó
a ver lo que ya no existe. Un “precioso” solar, donde se erigía el templo más
antiguo de Manabí. Actualmente celebran la Misa en un patio de los salones
parroquiales.
La jornada la terminamos en Calceta, donde su párroco, el polaco Darío
Miasik, nos mostró los daños del templo parroquial y cómo habían tenido que
derribar y retirar los escombros de las aulas del centro parroquial que se
habían terminado de completar hacía unos meses con un alto costo.
El día siguiente, sábado, tras celebrar la Eucaristía con los seminaristas
y los formadores del Seminario Mayor San Pedro y desayunar con ellos, fuimos
acompañados por Mons. Lorenzo Voltolini y por el p. Walter Coronel a la Zona 0
de Portoviejo. Para los que conocíamos la ciudad no hay palabras para decir lo
que contemplamos. Camiones y retroexcavadoras donde antes se veía un río de
gente y tiendas de todo lo que necesitases comprar. Hoy hay silencio donde el
bullicio de los taxis era lo común desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la
tarde. Ver los grandes edificios quebrados, agrietados y los solares vacíos de
los que ya han sido derribados y llevado a vertedero sus escombros es una
imagen terrible.
La Catedral y La Merced han sufrido daños. En la Catedral hay que realizar
un estudio estructural de las torres y de la fachada. En La Merced algunos
daños, gracias a Dios no muy graves.
La clínica San Antonio, donde nos atendían a nosotros y a los seminaristas
cuando estábamos aquí, que se terminó de hacer nueva hace poco tiempo, tiene
que ser demolida.
En Manta es peor si cabe. Compartimos la comida con el Sr. Arzobispo, el P.
Walter, el Vicario General, Manuel Rodicio, y el párroco de La Dolorosa y
Vicario Episcopal, Geovanny Mera. Varias clínicas y hospitales están muy
afectados y el 50 % de las iglesias tienen daños considerables. El colegio de
los salesianos ha tenido que ser demolido entero, así como el de las Oblatas de
San Francisco de Sales. La iglesia de la Dolorosa está siendo seguida para ver
el alcance del patente desplazamiento.
Verdaderamente son muchos los
frentes abiertos por el terremoto del 16
de abril y las réplicas que le han seguido, frentes que habrá que ir afrontando
con la ayuda de todos.
El día 12, domingo, después de la celebración de la Santa Misa en la
Catedral de Portoviejo, presidida por los dos obispos, tuvimos una sesión de
trabajo para analizar y revisar las visitas realizadas y concretar
posibilidades de apoyo en algunos de estos frentes.
En
todo momento hemos contado con la disponibilidad tanto de D. Eugenio Arellano, obispo del Vicariato de Esmeraldas, como la del Sr. Arzobispo
D. Lorenzo Voltolini en Portoviejo.