CAPÍTULO VI.—La cooperación
Introducción.—El Concilio invita a todos los cristianos a una profunda renovación interior y anima a que asuman su propia responsabilidad en la difusión del Evangelio.
Deber misionero de todo el Pueblo de Dios.—Todos los fieles están obligados a cooperar en la obra misionera en virtud de su
incorporación a Cristo. El deber más importante en orden a la evangelización es el testimonio personal
de una vida profundamente cristiana.
Déseles, pues, la información necesaria acerca de la situación y de las
necesidades misioneras, valiéndose para ello
de los modernos medios de comunicación social.
Deber misionero de las comunidades cristianas.—También las comunidades diocesanas y parroquiales deben cooperar a la actividad
misionera. A este propósito, será útil que se pongan en conexión con los misioneros salidos de las propias
comunidades.
Deber misionero de los Obispos.—Todo Obispo ha sido consagrado no solamente para su diócesis, sino también
para el mundo entero. El mandamiento
de Cristo de predicar a toda criatura afecta al Obispo directamente. Es misión de
éste suscitar en la propia diócesis el sentido misionero, alentar las vocaciones y las actividades
misioneras de los Institutos
religiosos y, sobre todo, sostener las Obras Misionales Pontificias. Labor de las Conferencias episcopales en
este campo.
Deber misionero de los sacerdotes.—También los sacerdotes, colaboradores de los Obispos, deben comprender que
su vida está consagrada a las
misiones. En su actividad pastoral
cultiven el fervor misionero. Los profesores de seminarios y universidades deben informar a los
alumnos sobre la situación de la Iglesia y sobre la necesidad de una evangelización más intensa. En la enseñanza de las
ciencias bíblicas, históricas y
morales deberán subrayarse los aspectos misioneros que están en ellas
contenidos.
Deber misionero de los Institutos de perfección.—El Concilio conoce los méritos misionales de los Institutos
contemplativos y activos y los
exhorta a perseverar en este celo. Tanto
los unos como los otros son exhortados a fundar casas en territorios de
misión, adaptadas a la situación local. También
la ayuda de los Institutos seculares será fructífera en este campo de
evangelización.
Deber misionero de los seglares.—En los territorios ya cristianos, los seglares cooperen a la evangelización, despertando en sí
mismos y en los demás el interés por los problemas misioneros, alimentando vocaciones y ofreciendo toda clase de ayudas. En los territorios de
misión, los seglares deben enseñar en
las escuelas, intervenir en los asuntos
temporales, promover las varias formas del apostolado seglar.
Finalmente, deben aportar su propia ayuda económica a los pueblos en vías de
desarrollo.
Conclusión.—Los Padres conciliares, en unión con el Romano Pontífice, sienten
profundamente el deber de extender por todas
partes el reino de Dios y saludan amorosamente a todos los predicadores
del Evangelio, que trabajan por Dios para que todas las naciones lleguen al
conocimiento de la verdad.