Primer encuentro de la EAM de Jaén
La dimensión Trinitaria de la Misión,
La dimensión Trinitaria de la Misión,
primer tema de la Escuela de Animación Misionera
El pasado sábado 27 de septiembre, la Delegación Episcopal de Misiones
inauguraba un nuevo ciclo de la Escuela de Animación Misionera en nuestra diócesis.
Al acto, celebrado en el Seminario Diocesano, asistieron el Delegado
Episcopal de Misiones, Manuel Alfonso Perez Galan, así como otros miembros de
la delegación hasta una veintena de interesados en el tema y procedentes de las
siguientes parroquias: San Bartolomé de Torredelcampo, Cristo Rey de
Jaén, San Juan de la Cruz de Jaén, La Asunción de Ntra. Sra. de La Guardia de
Jaén, La Santa Cruz de Pegalajar, La Asunción de Ntra. Sra. de Villargordo, La
Magdalena de Jaén y San Bartolomé de Jaén
Tras unas palabras de bienvenida, el primer encuentro comenzó con la
intervención de Manuel Alfonso Perez Galan, Delegado de Misiones y párroco de
la Asunción de La Guardia de Jaén y durante varios años rector del Seminario
Mayor de San Pedro de Portoviejo en Manabí (Ecuador). El primer tema del ciclo
bianual fue «La dimensión Trinitaria de
la misión»
El
decreto Ad Gentes, que en su capítulo
primero sienta las bases de la teología misionera, afirma que “la Iglesia
peregrinante es misionera, por su misma naturaleza, puesto que procede de la
misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios
Padre” (AG 2).
La
misión de la Iglesia provine de la “missio dei” (la misión de Dios):
La
Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y los Doce (EN 15). El Señor
Jesús, ya desde el principio llamó a sí a los que El quiso y designó a doce
para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar (Mc 3,13).
Nacida
de la misión de Jesucristo, la Iglesia es, a su vez, enviada por Él (EN 15).
Después, cuando con su muerte y resurrección Jesús había completado la obra de
la salvación, antes de subir al cielo (He 1,11), fundó su Iglesia como
sacramento de salvación y envió a los apóstoles a todo el mundo como Él había
sido enviado por el Padre (Jn 20,21) a anunciar esa salvación. (AG 5). La
Iglesia prolonga y continúa la misión de Jesucristo (EN 15).
En
este sentido, la Iglesia es sacramento universal de salvación (AG 1 – RM 9),
esto es, debe hacer presente en el mundo la salvación ofrecida por Dios a todos
los hombres (sacramento quiere decir signo sensible de la presencia y la acción
de Dios en medio de los hombres).
La
comunidad cristiana no se agota en sí misma, puesto que su vida íntima (vida de
oración, escucha de la Palabra, práctica de la caridad fraterna, fracción del
pan) no alcanza plenamente su fuerza y su energía sino cuando pasa al
testimonio, engendra la admiración y la conversión de los espíritus y llega a
cabo la predicación y el anuncio del Evangelio.
Evangelizadora,
la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Siempre tiene necesidad de
ser evangelizada si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para
anunciar el Evangelio (EN15).
Es
depositaria de la Buena Noticia que debe ser anunciada. Ella conserva como un
depósito viviente y precioso el contenido del evangelio, no para tenerlo
escondido sino para comunicarlo (EN 15)
Enviada
y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores, pone en su boca
la Palabra que salva, les explica el mensaje del que ella misma es depositaria,
les da el mandato que ella ha recibido y los envía a predicar. (EN 15)
La
Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su
origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el
propósito de Dios Padre (AG 2)
Evangelizar
constituye la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella
existe para evangelizar. (EN 14)
El encuentro finalizaba con
la oración para el sínodo de los obispos sobre la familia.
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